EL MINIST. PROFETICO


El término hebreo, nabi, traducido «profeta», probablemente se deriva de una raíz que significa «anunciar» o «proclamar». El Antiguo Testamento lo aplica a una variedad de personas (Gn 20.7; Éx 7.1; 1 R 17–19; Mal 4.5). En la LXX es traducción de roe, vidente; 1Sa 9:9, indicando que el profeta era una persona que tenía una relación inmediata con Dios. Es también traducción de nabi, significando bien uno a quien le es comunicado el mensaje de Dios para su proclamación o uno a quien se le comunique cualquier cosa secretamente. Así, por lo general, el profeta era alguien sobre quien reposaba el Espíritu de Dios (Nm 11:17-29), uno a quien y por medio de quien habla Dios (Nm 12:2; Am 3.7, 8). El nombre «profeta» se aplica también a Abraham (Gn 20.7), Aarón (Éx 7.1), María y Débora (Éx 15.20; Jue 4.4) y Moisés (Dt 18.18; 34.10).En el Nuevo Testamento cresponde a “profetes “(προφήτης), uno que habla pública o abiertamente, proclamador de un mensaje divino.


(a) De los profetas del AT (Mat 5:12; Mc 6.15; Lc 4:27; Jn 8:52; Ro 11:3)


(b) De profetas en general (Mat 10:41; 21.46; Mc 6.4)


(c) De Juan el Bautista (Mat 21:26; Lc 1:76)


(d) De profetas en las iglesias (Hc 13:1; 15.32; 21.10; 1Co 12:28, 29; 14.29, 32,37; Ef 2:20; 3.5; 4.11);


(e) De Cristo, como el profeta preanunciado (p.ej., Jn 1:21; 6.14; 7.40; Hc 3:22; 7.37), o, sin el artículo, y sin referencia al AT (Mc 6.15; Lc 7:16; en Lc 24:19 se utiliza con aner, varón; Jn 4:19; 9.17);


(f) De dos testigos que aún deben ser suscitados para unos designios especiales (Ap 11:10,18); (g) del poeta cretense Epiménides (Tit 1:12)


(h) por metonimia, de los escritos de los profetas (Lc 24:27; Hc 8:28).


Orígenes del ministerio profetico


Es sumamente discutido el origen del profetismo en Israel y su posible relación con otros fenómenos semejantes. Varios pasajes hablan de «videntes» y 1 Samuel 9.9 sugiere que así se le llamaba originalmente al profeta .el profeta bíblico, con su visión de la acción de Dios en la historia, había una enorme diferencia. En los libros proféticos de la Biblia tenemos la obra directa de los propios profetas (Is 30.8; Jer 29.1s, entre otros pasajes, muestran que los profetas escribían y no solo anunciaban verbalmente sus oráculos). También hay casos de un testimonio indirecto, como el de Baruc, secretario de Jeremías (Jer 36). Y finalmente, existían escuelas de discípulos de un profetas (por ejemplo, Is 8.16; cf. 50.4) los cuales compilaban sus mensajes.


Características del ministerio profetico;


Aunque el mensaje de la profecía bíblica se halla principalmente en los libros conocidos como «proféticos», no debemos olvidar el profetismo anterior a Amós, ilustrado por figuras como Natán, Elías, Miqueas (1 R 22.8–38) y Eliseo, cuya función fue anunciar el juicio y la voluntad de Dios principalmente a los reyes. El profeta bíblico reúne algunas características como «un llamado específico y personal


Ministerio profético en el Antiguo Testamento


La razón es evidente: todo el Antiguo Testamento mira hacia el porvenir. Basado en lo que Dios ha hecho y dicho en el pasado, proclama la espera del cumplimiento pleno de esas promesas. El «día de Jehová» anima no solo los libros proféticos sino también los históricos y los poéticos. El mismo Pentateuco, basado en el éxodo y el pacto del Sinaí, entrevé el tiempo en que Israel, libre de toda esclavitud, será la nación santa del Dios santo.


La conciencia de la acción de Dios en la historia; la valiente confrontación de reyes, sacerdotes o pueblos con las demandas y el juicio divinos; el uso de medios simbólicos de expresión y el ejercicio de una función intercesora o sacerdotal ante Dios.


La función primordial del profeta es la proclamación de la «palabra de Dios» que ha recibido. El propósito es llamar al pueblo al arrepentimiento y la conversión a Jehová y a su pacto. Su mensaje se relaciona constantemente con sucesos y circunstancias presentes, de orden político, social o religioso. Pero como estas circunstancias son vistas como parte de la acción de Dios en la historia, el profeta no puede dejar de referirse al futuro para anunciar lo que Dios hará, para inducir a la acción y para certificar su mensaje. No hay duda alguna de que la predicación es parte esencial de la función profética, y muchos profetas manifiestan dones especiales de clarividencia y percepción del futuro. Pero, por otra parte, también existen falsos profetas, que apelan a los mismos dones y pretenden tener palabra de Dios. Pasajes como Deuteronomio 13; 18.9–22; Jeremías 23.9–40; Ez 12.21–14.11


El Mensaje de Los Profetas del Antiguo Testamento


En el caso de los profetas del AT sus mensajes eran mayormente la proclamación de los propósitos divinos de salvación y gloria dispuestos para el futuro; Ubicados en el horizonte de la decadencia de los reinos (a partir del siglo VIII a.C.), en medio de las amenazas políticas de los grandes imperios (Egipto, Asiria, Babilonia, Persia) y mientras acompañan a su pueblo en el cautiverio, los profetas anuncian, de diversas maneras pero con fundamental unidad, el propósito de Dios que se cumple en la convulsionada historia del Medio Oriente. IDB resume el mensaje profético con frases clave de los mismos profetas:


1. «Así dice el Señor». El profeta está consciente de que está al servicio de la palabra de Jehová, que no es un mero anuncio sino la expresión de la voluntad del Dios soberano en acción (Is 55.11; Am 3.8). El profeta no tiene control sobre esta palabra sino que está a su servicio (Jer 20.8b, 9; Am 3.8). Toda su vida, hasta sus gestos y acciones simbólicas, dependen de ella (Is 7 y 8; Os 1).


2. «De Egipto llamé a mi hijo». La misericordiosa y divina elección de Israel para un propósito determinado, y las obligaciones que esa elección impone, están siempre presentes en los profetas. Se expresan con las figuras de padre/hijo (Is 1.2; Os 11); propietario/viña (Is 5.1–7), pastor/rebaño (Is 40.11), alfarero/vasija (Is 29.16; Jer 18) y principalmente esposo/esposa (Is 50.1; 54.5; 62.4, 5; Jer 2.1–7; 3.11–22; Ez 16.23; Os 1–3). La ética social que admiramos en los profetas tiene su raíz en la justicia del pacto.


3. «Se alejaron de mí». La rebelión que denuncian los profetas no es solo de Israel, sino de todas las naciones (Is 10.5ss; Jer 46–51; Ez 25–32; Am 1 y 2). Dios tiene cuidado de todos los pueblos (Is 19.24; Am 9.7), pero Israel tiene un llamado y por tanto una responsabilidad y una culpa especial (Am 3.2). Su rebelión ha sido total muestra de infidelidad (Is 1.4, 5; 2.6–17; 59.1–15; Jer 2.4–13; 5.20–31; Ez 16), y se manifiesta en la corrupción religiosa, en la injusticia social y sobre todo en el vano orgullo y jactancia que conduce a la ruina.


4. «Regresarán a Egipto». Dios ejecutará su juicio, es decir, corregirá el mal castigando al culpable, vindicando al justo y estableciendo justicia. Los profetas de los siglos VIII—VI a.C. ven como juicio divino la catástrofe nacional que se avecina (Is 22.14; 30.12–14; Jer 5.3, 12, 14; Os 4.1; Am 3.1; Miq 6.1ss). No es un acto arbitrario de Jehová, pero Israel es conducido de nuevo al cautiverio (de allí la idea del regreso a Egipto) para restaurar la justa relación con Dios.


5. « ¿Cómo te he de abandonar?» Para el profeta, aun el juicio inexorable es expresión de la compasión divina (Am 4.6–11). La misericordia (compasión, piedad, → Gracia) es, más que una calidad del pacto, la naturaleza misma de Dios (Is 54.7, 8, 10; Jer 3.12; 31.3; Os 11.8ss).


6. «Haré regresar sus cautivos». El juicio es instrumental y disciplinario (Is 1.25; Os 2.14–23; 5.15; Am 4.6–11). Más allá de su ejecución, Dios se propone mantener un → REMANENTE fiel que retoñará para cumplir el propósito divino (Is 7.1ss; Ez 27; Am 9.8bss). La segunda parte de Isaías lo anuncia como una segunda creación, un segundo éxodo (51.9–11). Jeremías discierne un nuevo pacto (Jer 31.31–34).


7. «Luz para los gentiles». La restauración no puede limitarse a la historia de Israel. Los profetas miran más allá a una consumación, un Día del Señor que abarcará en juicio y gracia a todos los pueblos (Zac 14.5–9). En esta expectación se inserta el anuncio del «Siervo del Señor», quien inaugurará un nuevo día para las naciones (Is 49.5, 6; 53.4, 5). Esta es la fe final y el mensaje de los profetas (Is 2.2–4; Miq 4.1–3).


Profecías Y Profetas en el Nuevo Testamento


La función parece haber sido anunciar alguna revelación particular recibida de Dios (Hch 19.6; 21.9; 1 Co 11.4s; etc.), edificar o consolar con ese conocimiento de la voluntad de Dios (1 Co 14.1, 3, 5) o predecir un acontecimiento futuro (Mt 11.13; 15.7; 1 P 1.10).


El Nuevo Testamento, a su vez, ve en Jesucristo y su iglesia el cumplimiento de aquella promesa y por ello valora altamente la profecía del Antiguo Testamento; se extiende hacia la plena realización del Reino, la parusía del Señor, y afirma así una dimensión profética propia.
La profecía de los profetas del NT era a la vez una predicación de los consejos de la gracia de Dios ya cumplidos y el anuncio anticipado de los propósitos de Dios para el futuro.


El mensaje de los profetas halla su cumplimiento en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo (Hch 3.24); particularmente en los hechos de la pasión (Lc 24.25–27; Hch 3.18; 1 Co 15.3). La predicación a los judíos partía de esa correlación (Hch 18.28). El Evangelio de Mateo está construido sobre esa base (por ejemplo, 1.22s; 2.5s), pero, más que predicciones en detalle, se trata del propósito redentor de Dios anunciado en los profetas y cumplido en Jesucristo (Jn 6.14; 1 P 2.9s). La promesa del nuevo pacto y del siervo sufriente son los puntos culminantes de esa continuidad. En el Nuevo Testamento se conoce y tiene en alta estima el don de profecía y la figura del profeta (1 Co 12.10; Ef 4.11; cf. Hch 11.27 y Ef 2.20).


Propósito de la prfecia del Nuevo Testamento


A) Consolar (1 Co 14.3).
B) Edificar (1 Co 14.3).
C) Exhortar (1 Co 14.3).


Conclusión


El ministerio profético esta activo para la Iglesia de hoy, aunque con características propias de la dispensación de la Gracia. Por eso el apóstol Pablo nos indica que el Señor constituyo a unos “profetas”. Recuerde que el ministerio profético nuevo testamentario tiene el propósito en cada una de las profecías de consolar, edificar y exhortar el cuerpo mítico de Cristo, la Iglesia.


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